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11/05/2002 Alto Tajo (4 días)

Participantes:

Alfredo, Félix, Juan, Miki, Pepe, Julio

Video del viaje



Localizaciones y Rutas

Álbumes de Fotos



Plan de viaje

Esta es la primera salida en grupo que hacemos pues la anterior la hicimos Pepe y Félix sólos a Cazorla en el 2001 y entonces ni teníamos GPS ni cámara digital por lo que consideramos el Alto Tajo como primera Gran Ruta del grupo. Al llegar al alojamiento nos recibió Chon, una mujer algo más joven que nosotros de carácter jovial y presta a bromear. Por ello, le dijimos que algo más tarde llegarían Juan y Alfredo que podrían compartir la cama de matrimonio que quedaba, ya que eran gays; aunque no lo reconocían, por lo que era mejor no mencionárselo. Chon aseguró que es muy liberal y que comprendía cualquier opción sexual. Hay que decir que Alfredo, gran sufridor y poco dado a tratos carnales de índole extramatrimonial -y menos aún de homólogo sexo-, decidió que dormiría en el sofá.

El primer día salimos como es habitual, cuesta arriba por una carretera en dirección Norte y lloviendo levemente. (Esta parte del track no la tengo, probablemente por preservar el GPS de la lluvia). Nos desviamos a la izquierda para acercarnos hasta otra carretera no sin antes pasar por la primera mina de Caolín. Había cantidad de barro por el camino lo que dificultaba su recorrido y desesperaba a Miki que sufría con su flamante Gary Fisher. Dicha carretera nos lleva al desvío que enlaza con el bonito camino que discurre a orillas del Río Cabrillas, hasta llegar al curioso puente de Peñalén sobre el río Tajo. Por la ribera del Tajo y en dirección Sur, nos acercamos hasta Poveda de la Sierra donde comimos, no sin antes observar -con gran sorna-, como Miki lavaba su bici en la gasolinera del pueblo.

Inmediatamente después de la opípara comida, nos esperaba un cuestaco de narices nada más pasar la otra mina de Caolín, donde Pepe y yo tuvimos que pedir aceite para las cadenas,- nos dieron aceite usado negro como el carbón de una especie de tractor-,  ya que con tanta lluvia se había llevado la que pusimos antes de empezar la ruta.  Mientras los demás, encaraban la subida hasta la cumbre donde esperaron un largo rato amablemente. No había móviles en esa época, y tampoco hicieron ademán de ir a buscarnos por si teníamos algún problema. Sutilmente les hicimos saber nuestra opinión al respecto, -panda cabrones-.

Al llegar de nuevo al Tajo, cruzamos por un pequeño puente para llegar al Salto Poveda, un conjunto de instalaciones con un curioso y bonito salto de agua que sirvió en su momento para abastecer de electricidad al pueblo. Al lado se encuentra la laguna de Taravilla, cuyo origen son las filtraciones de agua del Tajo y las aportaciones de un par de pequeños arroyos. De ahí volvimos por un precioso camino por el margen del Tajo por unos paredones preciosos hasta Peralejos donde nos dimos una ducha mientras otros preparaban la bici para el día siguiente o leían como Julito.

Conocimos a Domingo, el marido de Chon. Un tipo desarrapado de largas melenas un tanto desaliñadas que en principio nos pareció un tanto hostil. Le pregunté si había setas por la zona y me comentó que se dedicaba a la trufa negra. Le pedí que me diera detalles de cómo se «caza» la trufa, que es como lo denominan los truferos a la recolección de este manjar. Me sorprendió que se hace con perro y no con cerdo. La razón es triple. Por un lado por las distancias que hay que recorrer que para un cerdo no son recomendables si quieres volver con él. Por otra, porque los cerdos se comen las trufas y si no le das alguna de vez en cuando te dice que las busques tú. Por último, porque el olfato de un cerdo es mil veces el de un perro y cuando las trufas están maduras su fuerte olor les aturde y se separan, por lo que sólo acceden a las «verdes» despreciando una cantidad importante de ellas. Así pues, hay que entrenar a un perro. ¿Cómo?, le pregunté. «Por reflejos condicionados», me contestó, dejándome perplejo. Pensé que no era tan paleto como nos había parecido al principio. En resumen, se trata de hacer juegos con el perro que se van complicando y que se premian con cada encuentro con un cacahuete o caramelo para que asocie el perro el éxito con una recompensa. También me dijo que en primavera coge el perrechiko (Calocibe Gambosa, Seta de Primavera o Seta de San Jorge), tremendamente apreciada y que yo sólo había visto en La Ermita del Alba en Asturias en cierta ocasión. Me dijo que al día siguiente nos prepararía un plato para antes de cenar.

El segundo día salimos en dirección al Puente del Martinete y hacia el sur siguiendo también en paralelo al Tajo. Después de una pronunciada subida hasta el Portillo del Trabuco, que tuvimos que empujar, aún quedaba otra antes de llegar al Tajo por una bajada cuajada de abrojos que nos brindó a todos, salvo a Juan -creo-, la oportunidad de poner unos parches a las ruedas después de atravesar las gélidas aguas del río. Y aquí se produjo un hecho insólito. Julito encontró la senda para cruzar el río de la Hoz Seca. Lo celebramos como se merecía antes de seguir subiendo donde nos hicimos el primer «calvo» del grupo, y continuar hasta la pista forestal que nos llevaría a la casa rural. Aquí se me rompió el eje del pedalier y a duras penas conseguí llegar. Afortunadamente Alfredo se iba a casa esa tarde y me dejó su Specialized amarilla no muy convencido y después de hacer un mohíno con el morro.

Al llegar al bar a cenar, estaba el marido de Chon y le invitamos a un botellín. Se fue a preparar los perrechikos mientras tomábamos unas cervezas. Apareció con una bandeja de setas preparadas «con nata y coñac a la trufa » que me pareció una delicatessen y me confirmó que no cuadraba su aspecto rústico, con la inteligencia y el exquisito gusto del paisano. Salvo Julito, que comió algo, los demás no se atrevieron, por lo que me las comí con deleite prácticamente todas.

El tercer día, salimos del pueblo de Peñalén. Por falta de práctica con el GPS o más bien porque lo que queríamos hacer no estaba en el track, tuvimos que tirar de plano y llevar control de los desvíos y las distancias. Pero ya sabemos lo complejo que puede ser coger los caminos previstos cuando aparecen sendas que no están en el plano y que descabalan las cuentas que llevaras hechas. Así que nos perdimos y acabamos en un barranco que bajamos con la idea de que nos llevara hasta la pista que viene del Puente de San Pedro. Con buen criterio y decepción, dimos la media vuelta y a Casa Chon donde después de comer se marcharon el resto salvo Pepe, Julio y yo que seguíamos la juerga.

El último día, desde el Ventorro del Chato cerca del río Cabrillas salimos a hacer el recorrido más sencillo que además es muy bonito ya que discurre por toda la ribera del Tajo hasta llegar al Puente de San Pedro. Allí comimos y en el retorno al coche nos cruzamos con una chica que iba sola. Llevaba el casco descolocado  y una bici prestada espantosa que no frenaba porque una maneta estaba inservible y la otra desajustada. Además el sillín le hacía polvo porque estaba mirando al cielo. Entre Pepe y yo se la pusimos como mejor pudimos. Era ya las 16:00 más o menos. Yendo sóla y además no estando cerca de ningún sitio, nos preocupó, pero ella inconscientemente desoyó nuestro consejo y siguió hasta donde fuera porque seguía alejándose de donde nos dijo que estaba alojada.  Si hubiera estado medianamente buena, hubiéramos insistido para que no fuera pasto de los buitres; pero como diría más tarde Pepe: «por más que la miraba a ver si había algo aprovechable, no lo encontré».

Y así acabó nuestra primera Gran Ruta que sería la precursora de tantas otras.

 

 

 

 



Otras Consideraciones

Cada una de los tracks tiene la correspondiente crónica que hizo Pepe en su momento. Buscar por: Alto Tajo